
El bote de la calma
El lunes cuando fuí a ver a nuestros niños a sus clases ya estaban todos preparados con sus botellas e impacientes por saber para qué las iban a utilizar… y ahí fue cuando comenzamos la misión de esta semana.
Les pregunté sobre cómo se sentían cuando estaban nerviosos, enfadados, alterados, ansiosos, etc. y les pedí que se imaginaran cómo estaban sus cabezas en esas situaciones, cuando esas emociones les dominaban. Todos coincidieron en que su cabeza «echaba humo». Entonces les enseñé mi «bote de la calma» y le agité. Cuando estaba toda la purpurina flotando les expliqué que así estaba nuestra cabeza cuando estamos enfadados o nerviosos. Que al igual que la purpurina estaba por todos los rincones de la botella así estaban nuestros pensamientos, dando vueltas por nuestra cabeza sin saber dónde ir y dónde acomodarse, chocando unos pensamientos con otros y que al igual que pasaba en el bote nos era imposible ver nada claro, por lo que en ese estado es muy difícil tomar ningún tipo de decisión, al menos si queremos que ésta sea la más adecuada. En cambio, si nos damos tiempo y nos calmamos nuestros pensamientos y nuestras emociones se irán reposando y podremos ver las cosas con más claridad al igual que ocurre con la purpurina que va cayendo al fondo de la botella y va dejando el agua más clara.
A través de esta botella les estamos enseñando una nueva herramienta para que aprendan a gestionar y canalizar sus emociones. De manera que cuando se sientan dominados por alguna emoción deberán agitar la botella y realizar respiraciones profundas mientras observan atentamente cómo va cayendo toda la purpurina al fondo de la botella. Cuando haya caído toda la purpurina al fondo ya estarán más calmados para poder hablar del problema, para tomar alguna decisión o simplemente estarán más tranquilos para iniciar otra tarea. Y si aún así no logran estar tranquilos del todo siempre se puede volver a agitar la botella y repetir el proceso para asegurar conseguir esa calma tan deseada.
Esta botella está inspirada en el método de María Montesorri, y funciona como un mecanismo de autocontrol y una forma de aprender a dominar nuestra respiración, donde además de calmarnos también estimula la creatividad de nuestros niños.
Una vez terminada la explicación de para qué van a utilizar la botella y en qué les va a ayudar, comenzamos a hacerlas. Para ello las llenaron de agua dejando un pequeño espacio sin llenar para poder echar la purpurina. Llevé seis colores diferentes para hacerlas pero les pedí que tan sólo eligieran tres, de esta manera además de entrenar su capacidad de decisión también les estamos dando la oportunidad de que cada botella fuera única y especial, al igual que lo son ellos. Al terminarla, sellamos bien el tapón para evitar su ingesta pues es tóxico y así también evitamos que se escape el agua.
Hay diferentes maneras de hacer esta botella de la calma pero nosotros optamos por la más sencilla que era echando agua y purpurina. Otras maneras de hacerla es echando pegamento trasparente, colorante, jabón neutro o incluso algún abalorio. Lo que sí es importante es que la botella tenga el menor relieve posible para facilitar que caiga bien toda la purpurina evitando que ésta se quede en los laterales.
Hemos practicado el canalizar nuestras emociones y calmarnos con ella durante toda la semana. El viernes se la llevaron a casa para poder utilizarla siempre que lo necesiten. ¿Os animáis a haceros una con vuestros hijos y practicar la calma todos juntos?
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La verdad es que el bote/botella de la calma es una idea maravillosa, nosotr@s en casa tenemos dos que hicimos con los pekes y ahora estamos tan contentos con la nueva incorporacion del cole. Ayer mismo estuvimos por la noche con ella antes de ir a la cama y entramos en modo relax mirandola jejeje. Mil gracias por todo lo que ofreces y aportas Rut. Un saludo (mama de Abel y Alma)
***PD: vais a tratar alguna vez sobre inteligencias multiples? bss
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